Ruptura de la Paz Britannica


En su condición de primer país industrializado, Gran Bretaña fue capaz de conseguir materias primas y mercado en la mayor parte del mundo accesible. Esta situación empeoró gradualmente a lo largo del siglo XIX en la medida en la que otras potencias comenzaron a industrializarse y comenzaron a utilizar la maquinaria del estado para garantizar sus mercados y fuentes de abastecimiento. En los años setenta del XIX, los fabricantes británicos en los sectores clave de la Revolución Industrial, comenzaron a experimentar una competencia real.

La Industrialización progresó rápidamente en Alemania y los Estados Unidos, permitiendo a estos países superar el modelo británico y francés del "viejo" capitalismo. Las industrias alemanas en el sector textil y el del metal, habían sobrepasado a las de Gran Bretaña en 1870, en cuanto a su organización y eficiencia y habían derrotado a los fabricantes británicos en su mercado nacional. Con el cambio de siglo, la industria alemana estaba produciendo para el antiguo "taller del mundo".

Mientras que las exportaciones invisibles (banca, seguros y transporte de mercancías) mantuvieron a Gran Bretaña a salvo de los números rojos, su porción en el comercio mundial pasó de ser un cuarto del mismo en 1880 a un sexto 1913. Gran Bretaña estaba perdiendo no sólo los mercados de los países que se estaban industrializando, sino también la competición por los mercados de terceros países menos desarrollados. Incluso comenzaba a perder su hegemonía en zonas como la India, China, America del sur o las costas de África.

Las dificultades comerciales de Gran Bretaña se agudizaron con la "Larga Depresión" de 1873–96, un período prolongado de deflación, acentuado por las continuas quiebras de negocios que añadieron presión para que los gobiernos favorecieran la industria nacional, lo que condujo al masivo abandono del libre comercio entre las potencias europeas (en Alemania desde 1879 y en Francia desde 1881).

La limitación tanto de los mercados nacionales como de las exportaciones que se produjo como resultado hizo que los gobiernos y los sectores económicos, tanto de Europa como de los Estados Unidos, vieran la solución en mercados de ultramar protegidos que actuaran unidos al mercado nacional, defendido por aranceles y barreras aduaneras: las colonias ofrecerían un mercado para las exportaciones, a la vez que proveerían a la metrópoli de materias primas baratas. Aunque adherida al libre comercio hasta 1932, Gran Bretaña se unió al nuevo ímpetu por un renovado imperio formal, lo cual era preferible a permitir que sus áreas de influencia fueran tomadas por el comercio de las potencias rivales.

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